Notas del Barroco en la selva boliviana:
“PUENTES DE MÚSICA”

Entre el Latín y el Bésiro (lengua de los guaraníes en Chiquitos, Bolivia) hay un puente cultural construido con violines y violas. Nacidos del cedro y la caoba, únicas maderas locales que soportan el embate del calor tropical, rodeados de clavecines y laúdes, estos instrumentos encuentran en Urubichá, Bolivia, un remanso del Barroco que alcanzó las misiones Jesuitas en estas tierras.

 

Diez puentes más tarde

Para llegar a este mundo maravilloso que se esconde en la selva hoy en día hay que  cruzar diez puentes. Los jesuitas, a su vez, cuando llegaron a estas tierras, cruzaron puentes  culturales con la música entre ellos y los guaraníes: crearon escuelas de música en las misiones, juntando la voz europea a la voz profunda y milenaria de las poblaciones indígenas.

Por eso no sorprende que al este en el territorio boliviano todavía resuenen inequívocas las notas de piezas de  Domenico Zipoli, compositor italiano del barroco misional del siglo XVII. Y junto a ellas las de Arcangelo Corelli.

Luis Aizpuru
Ensamble Moxos de San Ignacio de Moxos, Bolivia.
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Resguardadas por siglos, las obras de estos compositores, descubiertas en los años setenta, sobrevivieron a la humedad de la selva, a la voracidad de insectos y termitas. Y mientras en Europa se creía prácticamente  desaparecida la música de Zipoli,  ésta resistía  oculta en la voz, los instrumentos y el alma de la Chiquitanía boliviana.

Ellos se van pero la música se queda
Porque una vez que  España, en 1767,  expulsó de sus dominios a los jesuitas, los indígenas resguardaron esa música, reescribiendo las partituras en su propia lengua. Es así como, entre los bolivianos de las tierras bajas, el legado de la música barroca toma arraigo en las almas y las costumbres, haciéndola propia.

Cuando se perdió el saber de leer las partituras, las piezas empezaron a pasar de generación en generación a oído. Como una tradición oral de la memoria, la música barroca europea trascendió el olvido en la voz de sus custodios nativos y sus instrumentos.

Uribichá, Moxos y Chiquitos

En Uribichá, un pueblo de ocho mil almas, la música se lleva en el alma. Casi todos los niños del pueblo estudian música en la escuela local que, hay que decirlo, está al mismo nivel de una Julliard o la  Royal College of Music de Londres.

Por su parte los ancianos del pueblo de Moxos, durante siglos se habían copiado las partituras, salvaguardando de esta manera la música que hoy se conoce como Barroco Boliviano. Actualmente , con unos doscientos estudiantes, el Conservatorio de San Ignacio de Moxos ha alcanzado reconocimiento internacional por la calidad y la belleza de sus performances.

Así que desde tierras italianas, en alas de la música de la Europa del setecientos hasta la Amazonia contemporánea, Italia y Bolivia resultan hermanadas en la historia.

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