CHOCOLATE

Ese obscuro objeto del deseo

Gracias a los buenos oficios de una mujer, a la sombra de la Mole Antonelliana, entre el río Po’ y la Dora, en la ciudad de los Saboya, reina el chocolātl.

 

Pero… ¿Cómo fue que esa exquisitez mexica llegó a ser la preferida de la realeza piamontesa? Para descubrirlo hay que hacer un breve viaje en el tiempo.

Para los mexicas las semillas de cacao eran un regalo de Quetzalcoatl, el dios de la sabiduría. Como se le atribuían propiedades afrodisíacas y se creía que daba mucha fuerza, las consumía la realeza en forma de bebida, amarga, mezclada con especias o puré de maíz. Luego los españoles introdujeron el cacao a España y al obispo Francisco Juan De Zumarraga se le ocurrió endulzar la amarga bebida con azúcar.

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EL CHOCOLATE, LOS SABOYA Y TURÍN
Hasta el siglo XVI, el chocolate había sido  una prerrogativa española. Finalmente fue introducido en Sicilia,  en Módica, por entonces protectorado español. En el siglo XVII un comerciante florentino, Francesco Carletti, trajo el cacao a Toscana y Catalina Micaela de Austria, esposa de Carlo Emanuele I, duque de Saboya, que era hija de Felipe II de España, lo dio a conocer en la corte. Ya en  1560, para celebrar el traslado de la capital ducal de Chambéry, Francia,  a Turín, Emanuel Filiberto de Saboya sirvió simbólicamente a la ciudad una humeante taza de chocolate, exótica y elegante, que sinó para siempre el destino de la capital turinesa. De Turín la pasión por el chocolate se extendió a Francia, Austria, Suiza, Alemania, Inglaterra y Holanda.

EL DULCE ENCANTO DE LA TECNOLOGÍA
El chocolate ha permitido a la creatividad de los maestros chocolateros innovar y estar a la vanguardia desarrollando maquinaria y  técnicas que requerían tecnología de punta.

A principios del siglo XIX  se descubrió que empastando cacao, vainilla, agua y azúcar, el chocolate se solidifica en pastillas; de ahí a la creación de  delicias como los Cremini no había sino un paso. De esta manera, conjugando tecnología, saberes artesanales, estética y creatividad, chocolateros como Michele Prochet, que mezcló el cacao y las avellanas de las Langas para inventar el gianduiotto, cuyo nombre rinde homenaje al carnavalesco personaje de Gianduja, llevaron el chocolate a tomar  formas, colores, sabores y texturas dignos de un rey.

RITOS COTIDIANOS
En Turín, el rito de la elaboración del chocolate ha alcanzado niveles de excelencia. Tanto, que hoy en día se produce aquí alrededor del 40% de todo el chocolate italiano.

Nutella, Gianduiotti, Boeri, Cremini invitan a placeres escondidos que el  gusto descifra en los matices de sabores que se disuelven sobre la lengua regalándonos el mundo secreto de la chocolatería turinesa.

Si vienes a visitar Turín, no te prives del placer de hacer un recorrido por las chocolaterías que encuentras por toda la ciudad y si es invierno  y el frío te cala los huesos, detente en la Piazza della Consolata  a probar el famoso Bicerin, turinés d’hoc, a base de café, cacao y crema. Ahí encontrarás el verdadero espíritu del chocolātl vestido de realeza.

¿Tienes ancestros italianos? 

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